viernes. 29.03.2024

Las vacunas por orden de interés

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Hace casi un siglo que, a nivel internacional, todos los países del mundo no se enfrentaban a una situación de crisis sanitaria como a la que se atiende en la actualidad. Principalmente, existen varios nidos de problemas que impiden y lastran esa ansiada vuelta a la normalidad que tanto deseamos.

En estas situaciones de crisis se denotan dos factores fundamentales que provocan el retraso de actuación en cuanto a la vacunación contra la COVID-19. El particularismo social y el nacionalismo nubla los lazos de unión y colaboración que la sociedad a nivel mundial necesita para salir de esta situación. Es decir, en situaciones como la que acontece actualmente, es necesario desprender de nuestro imaginario el concepto de naciones, para poder colaborar y luchar de forma unida contra el virus. Mientras que un gran porcentaje de personas no estén vacunadas para poder lograr una alta tasa de inmunidad, el virus seguirá existiendo.

Lo anterior implica acelerar el ritmo de vacunación a una velocidad mucho mayor de la que llevamos. En este sentido, la lucha contra la COVID-19 no termina una vez las grandes potencias mundiales estén inmunizadas, para conseguir vencer al virus y ante sus posibles mutaciones, implica inmunizar en un sentido global de la población.

Estas afirmaciones, pueden resultar un tanto utópicas, pero aun así, existen varios mecanismos que podrían dar resultados para terminar con este episodio fatídico cuanto antes. Este hecho consiste en la supresión de patentes que actualmente tienen en propiedad las corporaciones farmacéuticas que producen las vacunas contra el coronavirus.

Las patentes consisten en la concesión por parte de una autoridad en una serie de derechos exclusivos, que protegen la propiedad intelectual de un producto para que no pueda copiarse. En la industria farmacéutica, cuando se descubre y produce un medicamento, la empresa patenta su descubrimiento para que nadie más pueda fabricarlo.

Mediante este hecho, varias autoridades sanitarias, entre ellas el médico y doctor por la Universitat Autònoma de Barcelona, Fernando Lamata, advierten que se podría lograr un cambio radical en cuanto a la producción de dosis, pasando de 12 millones diarios hasta incluso 60. Este hecho permitiría la llegada de viales a una gran parte de la población mundial, debido a que la producción también se podría trasladar a estos países.

En estos países, cuyas economías son precarias, se estima que podrían a empezar a recibir vacunas de forma masiva en un período de tiempo muy lejano, una vez estas grandes potencias hayan adquirido una gran cantidad de dosis y la cola de países que espera para comprar sus viales se vacíe. Mientras tanto la COVID-19 sigue actuando porque el virus no espera a nadie.

Este debate ya posee varios frentes abiertos. La última hazaña la protagonizaron Sudáfrica y la India, que reclamaban a la OMC (organización Mundial del Comercio) una exención de propiedad intelectual para todos los países hasta que se alcance la inmunidad de grupo. Sin embargo, esta propuesta no ha salido adelante ya que los países ricos han denegado el apoyo para llevar a cabo esta medida, entre los cuales se encuentra España.

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Además, un gran porcentaje del dinero mediante el cuál se ha financiado la investigación contra estas vacunas, procede de administraciones públicas. Según un informe publicado por la revista médica The Lancet, las donaciones realizadas por los países a estas corporaciones para la investigación de estas vacunas se estima que fueron superiores a los 10.000 mil millones de doláres. Por lo tanto, si gran parte de la financiación es de origen público ¿por qué no se suprimen las patentes para que prevalezca la salud ante la competencia económica?

Bien, los responsables de estas grandes instituciones farmacéuticas se defienden en posturas como la carencia tecnológica de estos países que se vería reflejada en una incapacidad de producción o bien, que la industria farmacéutica podría dejar de invertir en la investigación de nuevos medicamentos si deja de contar con dicha protección de patentes.

Estos hechos anteriores son falsos, ya que como indica Soledad Cabezón en una entrevista para el diario El País: “ya hay muchas áreas en las que no se trabaja porque no interesan, como los antibióticos”, afirma. Lo mismo sucede con las enfermedades raras y otros campos, donde hacen falta estímulos extraordinarios para que se estudien nuevos tratamientos”.

Finalmente, la historia vuelve a ratificar su triste verdad por el momento: siempre se repite. De momento los intereses económicos prevalecen ante la voluntad de afrontar esta crisis de manera global dejando a un lado el capital para salvar la mayor cantidad de vidas posibles. Sin embargo, se nos vuelve a presentar una gran oportunidad como especie para colaborar y unir todas nuestras fuerzas para salir cuanto antes de esta situación todos unidos, salvando a la mayor parte de la población posible.

¿Cómo será el mundo después del coronavirus?

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