sábado. 20.04.2024

Estado de alarma. Mascarilla. Confinamiento. Aplausos. Fallecidos. Curados. Estos son los términos que llevan resonando en nuestra cabeza en los últimos tres meses. Ha tenido que apoderarse de nuestra vida una pandemia sin precedentes para decirnos: ¡para!

Horarios sin cumplir, reuniones aplazadas, exámenes virtuales, cervezas por Zoom… la rutina plagada de agobio, donde la prisa se proyectaba en cada paso a dar, ha sido relegada a un segundo plano. Este popular coronavirus es un virus sanitario y humano. Sí, han leído bien, humano porque los propios gestores del país, comúnmente conocidos como políticos, son, si me atrevo a decir, el peor Covid que puede albergar en la sociedad.

El problema radica en que nosotros, la propia sociedad civil, no conocemos qué significa hacer política. Carecemos de definiciones teórico-prácticas que nos permitan surcar en las olas de esta disciplina. No nos ponemos de acuerdo en esta compleja definición, y nos delimitamos a cuestionar el sistema, los actores involucrados en él. La política no debiera ser otra cosa que el terreno entre el individuo y el sistema, ese instrumento catalizador del debate, la oratoria, capaz de convertir lo complicado en sencillo para ponerlo a disposición de la mayoría. Pero lamentablemente, la política que se lleva desarrollando en las últimas décadas se asemeja más a una bronca de taberna que a una labor entre bastidores.

Y no solo esto. Aún más grave es la tergiversación que se viene haciendo con esta pandemia que no cesa, para emplearla como mera herramienta de polarización ciudadana. Ha vuelto el predominio de la división entre vecinos y es algo que no se debiera tolerar.

De forma justificada o no justificada, la sociedad española tiene la obligación de llevar la unidad por bandera, pero este aprendizaje que el Covid-19 aporta parece haber quedado en el olvido. El seno del Congreso está presenciando uno de los episodios más traumáticos de su historia. Cada día desayuna reproches, insultos, tensiones entre las distintas agrupaciones políticas… fomentando un clima de odio y haciendo enemigos, en vez de amigos.

Claro está que la gestión con la que se está abordando esta crisis podría ser mejorable, pero desgraciadamente, no están los mejores. España cuenta con una pléyade de personas dedicadas a la esfera política que no están estrictamente dedicados a eso.  Ni contamos con los mejores, ni somos los mejores ciudadanos.

Los tiempos tan difíciles que atravesamos, donde la discusión sobre cifra de fallecidos se ha convertido en el aperitivo de nuestro menú, dejan vislumbrar la ineptitud, falta de consenso y de nación que habita en nuestro orbe. Al igual que precisamos de una política que aúne voces y no silencie, que una y no divida, que apacigüe y no incite al desprecio también es imprescindible que el colectivo ciudadano, al margen de colores políticos, sea crítico pero humano, construya y no destruya, dialogue y no combata.

¿Y usted, qué cambios cree que habría que adoptar para revertir esta situación?

¿Qué es la política? por Elena Mendieta