jueves. 28.03.2024

Es fácil vislumbrar que, tras la etapa de la madurez, de la jubilación de la vida laboral se abren las puertas de la llamada “tercera edad”, “ancianidad”, pero que yo quiero denominar “sabiduría”.

Siendo una etapa sabia, ¿por qué tantas personas se alojan en residencias de ancianos, hogares de atención primaria o simplemente centros donde pueden atenderlos con carácter asistencial?

Vivimos en una sociedad cada día más egoísta, donde prima nuestros trabajos, ocio, placer… y nos olvidamos de nuestros grandes maestros: padres, abuelo o bisabuelos en algunos casos. Somos el producto de la deshumanización más latente y nunca reflexionamos sobre los grandes valores que ellos acuñaron en nuestros corazones. La memoria emocional histórica desaparece, cuando tenemos delante tanto consumo, protagonismo y trabajos muy reconocidos.

¿Y dónde situamos a la persona en esta edad? ¿Qué lugar ocupa en nuestro tiempo y en nuestras vidas? ¿Pueden aportarnos realmente algo valioso?

Las opciones que ofrece el sector para la atención a personas mayores pasan, principalmente por el ingreso en una residencia geriátrica, que según el INE un 69% de los mayores de 80 años acude a estos centros. Si realmente son nuestros sabios, y yo personalmente lo vivo de cotidianamente, nos estamos perdiendo la continuidad de unas emociones, consejos, valores y lo más importante: rompemos el eslabón que nos une a lo anterior, divagamos en la novedad, pero dejamos de enraizarnos para crear una sociedad justa y solidaria.

Estos mayores nos cuentan anécdotas de sus luchas por estudiar, en momentos de la historia difíciles, han ido logrando posicionarse en la vida con la clave de esfuerzo, sacrificio y trabajo. Hoy se ha perdido mucho de estos pilares, estamos ante una cultura de sofá, móvil y relajación, relegando el esfuerzo a nuestros padres.

También destaco como lección de vida el gran aporte emocional que los jóvenes como yo les transmitimos en cada visita: rememoran su pasado, viven el presente, se actualizan a las novedades de nuestro momento y aprendo muchísimo de su empatia, cariño, asesoramiento, que sólo la vida experimentada a lo largo de los años nos puede enseñar.

¿Cómo creéis que podemos concienciar a los jóvenes de la necesidad de visitarlos, atenderlos y ayudarles en su día a día?

Lamentablemente sólo el voluntariado canalizado a través de parroquias u ONG, colaboran en la asistencia a estos centros para darles un paseo, un abrazo, un reconocimiento…. Solemos pensar que solo tienen derecho a una pensión y al carácter asistencial hasta el final de sus vidas, pero nunca olvidemos que la emoción es parte esencial en nuestra estabilidad como personas. Los jóvenes tenemos la fuerza, energía y la capacidad para afrontar las adversidades de la vida.

Ellos nunca perdieron la emoción, su cuerpo se va deteriorando, la salud también, pero vamos a concienciarnos de la necesidad de emociones que todo ser humano necesita. Ellos, nuestros sabios son corazón y emoción fundidas en un alma con el calendario de la vida muy avanzado.

Más allá de la madurez