domingo. 13.10.2024

Los investigadores hicieron un seguimiento de más de 170 niños suecos que habían recibido tratamiento por obesidad diagnosticada. Los niños fueron reclutados para el estudio aleatorizado y controlado cuando tenían entre cuatro y seis años a través de clínicas infantiles de la región de Estocolmo.

Los niños y sus padres fueron asignados aleatoriamente a una de las tres condiciones de tratamiento: tratamiento estándar, grupo de apoyo a los padres o grupo de apoyo a los padres con seguimiento telefónico.

Los del grupo de tratamiento estándar tuvieron reuniones centradas en la dieta y el ejercicio con un médico, un pediatra y/o un dietista. Los dos grupos de apoyo a los padres no incluían a los niños y se centraban en cómo los padres podían promover estilos de vida saludables en la familia de forma positiva y sin conflictos.

"Estas conversaciones pueden centrarse en cómo establecer límites, cómo enseñar a los niños nuevos comportamientos y cómo comunicarse con preescolares, abuelas, vecinos y otros adultos del mundo infantil", afirma la investigadora principal, Paulina Nowicka, catedrática asociada de Pediatría del Departamento de Ciencias Clínicas, Intervención y Tecnología del Instituto Karolinska, y profesora de Estudios Alimentarios, Nutrición y Dietética de la Universidad de Uppsala.

Tras asistir a los grupos de apoyo a los padres, a la mitad de los participantes se les asignó aleatoriamente una llamada telefónica de seguimiento.

"Ya se han hecho estudios con niños tratados por obesidad --apunta la profesora Nowicka--, pero la mayoría de ellos sólo han tenido un seguimiento al cabo de seis meses o un año, así que no tenemos datos sobre cómo les fue a los niños durante un periodo más largo que ese".

El estudio que ella y sus colegas han publicado ahora sugiere que el tratamiento precoz de la obesidad tiene un efecto duradero.

"Los niños de los tres grupos mejoraron su estado ponderal y vieron reducido su grado de obesidad --afirma--. Los niños cuyos padres recibieron apoyo parental obtuvieron los mejores resultados, especialmente los que también recibieron llamadas telefónicas de seguimiento".

"También descubrimos que más niños de este tercer grupo mostraron una mejora clínicamente relevante de su estado ponderal asociada a una mejor salud metabólica, es decir, mejores niveles de lípidos y glucosa en sangre", añade.

Según la profesora Nowicka, la mayoría de los padres saben qué tipo de comida deben servir a sus hijos. "Suelen saberlo, pero ¿qué hacer con un niño al que le encanta la comida y siempre quiere comer, o con uno que siempre tiene hambre? ¿Cómo hacerlo sin convertir la comida en un tabú? --señala--. Hay que intentar construir una estructura clara en casa, que haga que el niño sepa que la comida está en camino y sepa que va a cenar".

"Pero también hay que hacer cosas juntos para reforzar los lazos familiares, como hacer que el niño participe en la cocina, darle verdura si tiene hambre y no recompensarle con comida --prosigue--. También es importante asegurarse de que la comida no se asocia con emociones y logros".

Aunque la obesidad es difícil de tratar, explica, el estudio demuestra que el tratamiento intensivo es seguro y eficaz para los niños en edad preescolar.

"Tratar a los niños a esa edad es mucho más eficaz que si se les empieza a tratar en la adolescencia --subraya--. Algunos adolescentes se plantean una posible cirugía bariátrica y esperamos que esto pueda evitarse con un tratamiento más temprano".

El tratamiento precoz a la obesidad infantil podría ser efectivo