jueves. 28.03.2024

Más de 3.000 farmacéuticos han trabajado de forma exhaustiva durante este año de pandemia. Además de ser una pieza clave en el desarrollo de medicación adecuada para los pacientes y en establecer un programa de vacunación eficiente. 

Por primera vez, han trabajado con ARN mensajero para hacer las vacunas de Moderna y Pfizer. El nuevo sistema ha supuesto aplicar también nuevas medidas y protocolos en los laboratorios para evitar la pérdida de su eficacia durante su almacenaje, así como conseguir de cada vial un mayor número de dosis. 

Sin ir más lejos, el hospital Gregorio Marañón ha cuidado extremadamente las dosis que ha recibido como si de cristal de murano se tratara. Se trata de vacunas delicadas, en las que no se puede romper su cadena del frío hasta que son administradas. 

Los congeladores que las contienen cuentan con un sistema de alarma que avisa de que deben ser trasladadas en caso de producirse una avería. Pueden mantenerse durante seis meses, siempre y cuando se mantenga su cadena de frío. De no ser así, las vacunas descongeladas son efectivas solo unas horas. Suelen sacarse los viales del congelador y se introducen en neveras para bajar progresivamente su temperatura. 

Las dosis se preparan en la "sala blanca", que es un espacio esterilizado y libre de cualquier contaminación. Les permite con jeringuillas de insulina conseguir de cada vial de Moderna once dosis, es decir, una más que la farmacéutica y tienen un valor incalculable en los tiempos de Covid. Para asegurarse de que el proceso se lleva a cabo sin errores hay una persona fuera de la sala, que es responsable de capturar en fotografías cada paso que dan desde los laboratorios y poder gestionar tanto su trabajo como su correcto procedimiento. El tiempo juega a contrarreloj, ya que una vez organizadas las dosis se deben administrar cuanto antes. En el caso de la vacuna Moderna después de seis horas se debe desechar la dosis.

Sanitarios del Gregorio Marañón logran obtener una dosis extra de cada vial de Moderna