viernes. 06.12.2024

Los sentidos representan nuestras puertas para recibir información del entorno, pero no todos están siempre disponibles, como en el caso de las personas ciegas o sordas. La ciencia sabe hoy bastante bien que el cerebro tiene la capacidad de adaptarse a distintas experiencias sensoriales y, en cierto modo, de 'compensar' la falta de uno u otro sentido.

En un nuevo estudio, un grupo de investigadores de la Escuela de Estudios Avanzados IMT de Lucca (Italia), en colaboración con un grupo de la Universidad de Ulm (Alemania), ha aportado nuevos datos sobre cómo el cerebro consigue adaptarse a los cambios en el flujo de información procedente de los ojos y los oídos.

Varios estudios ya han demostrado que la falta de visión, incluso durante un breve periodo de tiempo, por ejemplo mediante la oclusión de un ojo durante unas horas, es suficiente para inducir un cambio temporal en la forma en que el cerebro procesa la información visual. Sin embargo, se desconocía si estos efectos plásticos repercuten en otros sentidos, además de la visión, e influyen en su actividad.

Para esta nueva investigación, publicada en la revista científica 'NeuroImage', los investigadores vendaron los ojos a 20 participantes en el experimento y les pidieron que miraran y contaran simples destellos de luz mientras también se presentaban pitidos sonoros.

Durante el experimento, la actividad cerebral se registró con precisión de milisegundos con el electroencefalograma. Los investigadores observaron que la actividad neuronal en respuesta a la entrada visual y auditiva se alteraba tras la retirada del parche ocular.

"En esta investigación demostramos por primera vez que incluso un breve periodo de privación monocular -la oclusión de un ojo con un parche ocular durante unas dos horas- afecta también al procesamiento auditivo. En concreto, observamos un aumento muy selectivo de la respuesta neuronal a los sonidos", ha explicado Alessandra Federici, primera autora del trabajo.

En otras palabras, incluso una pequeña perturbación de la experiencia visual basta para inducir un cambio en el equilibrio entre visión y audición. De hecho, los efectos de la privación monocular fueron paradójicos: tras retirar el parche, el cerebro se volvió más sensible a la información visual proporcionada por el ojo ocluido, como si la falta de entrada provocara un aumento de la excitabilidad neuronal.

El cerebro también se volvió más susceptible a la información auditiva, pero de forma selectiva cuando se observaba el entorno con el otro ojo sin parche.

"Aunque muchos estudios han demostrado la plasticidad de los sentidos tras una privación sensorial prolongada, como en el caso de la ceguera y la sordera, estos hallazgos desvelan el alto grado de plasticidad e interdependencia de los sentidos y el profundo impacto que la experiencia sensorial ejerce continuamente sobre nuestro cerebro", ha detallado Davide Bottari, investigador principal del estudio.

Esto confirma que el cerebro tiene una capacidad muy importante para adaptarse a los cambios en la información que recibe. Demuestra que las alteraciones en un sentido conducen rápidamente a cambios en los demás, como si se encontrara un nuevo equilibrio. También ofrece posibles indicaciones sobre cómo tener en cuenta esta interacción sensorial para diseñar protocolos de rehabilitación más eficaces para distintos tipos de enfermedades y discapacidades, como la ambliopía.

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