Javier Pérez Soriano, profesor malagueño de secundaria que además es químico y experto en riesgos laborales, acaba de realizar un experimento que puede resultar muy útil de cara a los próximos meses fríos.
El objetivo del experimento ha sido “evaluar la influencia de la apertura o cierre de ventanas en un aula de Secundaria, seleccionando un aula de 60 metros cuadrados, 29 alumnos y un profesor en su interior. Siete ventanas correderas y un medidor de CO2 situado en la zona más alejada de las ventanas.
"La misión de la ventilación es el desplazamiento y la dilución del CO2 exhalado tras la respiración, así como de los aerosoles potencialmente infectivos que haya suspendidos en el aire", asegura.
Dos días de experimento:
Durante dos días consecutivos, se ha realizado “una medición continua de valores de CO2 durante toda la jornada escolar, como forma de determinar si la ventilación de un aula en las condiciones del estudio es o no suficiente” para evitar el contagio a través de aerosoles.
La recomendación de los expertos para espacios interiores es no superar los 700/800 ppm de CO2. Y las conclusiones que arroja el estudio son bastante desalentadoras. “Cuando tengamos que cerrar las ventanas por la climatología (ya sea de manera total o parcial) vamos a tener un problema y muy grande”, asegura Pérez Soriano.
El primer día del experimento, el 8 de octubre, se impartieron las clases con todas las ventanas y la puerta del aula abiertas. El segundo día, el 9 de octubre, este profesor puso en marcha dos estrategias:
- Ventanas totalmente cerradas durante las tres primeras clases, ventilando sólo entre clase y clase 5 o 10 minutos. Esto simularía la situación real a la que se van a tener que enfrentar profesores y alumnos durante estos meses de otoño/invierno, en que el frío impedirá abrir las ventanas durante las clases.
- Ventanas abiertas cuatro dedos durante las tres horas posteriores al recreo. Teniendo en cuenta, eso sí, que durante el recreo se dejaron totalmente abiertas y con el aula vacía. Se comprobó que en apenas 20 minutos, la calidad del aire interior se recupera, y el nivel de CO2 del que parten estas clases es el mismo que había a primera hora.
Para estos experimentos, el autor del estudio quiso garantizar la seguridad de los alumnos, por lo que se instalaron en el aula “dos equipos portátiles con filtros HEPA que garantizaban un proceso de filtrado de 7'5 cambios de aire por hora”.
Clases con elevadísimas concentraciones de CO2
"Durante el 85% de la jornada escolar el alumnado y profesorado estuvo por encima de los valores máximos recomendados para un centro escolar, habiéndose llegado a alcanzar valores máximos cercanos a los 1.500 ppm y varios picos de 1.400 ppm (siempre con ventanas cerradas completamente).
- La opción de dejar la ventana totalmente cerrada durante la clase supone estar un 68% del tiempo con valores superiores a 1.100 ppm, y trabajar con valores medios de 1.200 ppm. Al acabar esas tres horas de clase con ventanas cerradas, los alumnos salieron al recreo con un nivel de CO2 en el aula de nada menos que 1.400 ppm.
- En las horas posteriores al recreo, en que se mantuvieron un poco abiertas, los valores bajaron un poco, a una media de 1.090 ppm, con picos de algo más de 1.300 ppm. La ventilación constante aunque sea solo un poco, es la mejor opción - concluye el profesor.
- En cambio, las mediciones realizadas el día anterior, con las ventanas completamente abiertas, sí cumplen con lo recomendado y con la normativa para este tipo de edificios. “Sólo se ha estado un 4% de la jornada escolar por encima del valor de 800 ppm”, en dos momentos puntuales durante las últimas clases de la jornada.
Ventilación insuficiente entre clase y clase
Este estudio también se quería “comprobar si la medida de abrir las ventanas entre clase y clase durante cinco o diez minutos, como indican los protocolos, es suficiente o no en nuestros centros”. Al ventilar 5 minutos entre clase y clase los niveles de CO2 se reducían algo, poco, pero al aumentar la ventilación a 10 minutos, esos niveles se reducían a la mitad. Aún así, no bajaban tanto como para considerarse aceptables. Lo recomendable, por tanto, según este estudio, sería ventilar como mínimo 15 minutos entre clase y clase.
El autor del experimento propone otra opción, aunque él mismo confiesa que es “quizás la más difícil de llevar a cabo”: abrir las ventanas cada veinte minutos, durante al menos otros cinco minutos.
Y otra advertencia. Con estos datos en la mano, la opción de desayunar en clase a primera hora “está totalmente desaconsejada”. Es más, “la opción de desayunar en el aula antes de ir al recreo, cuando la ventilación sea mala, debería estar totalmente descartada”.
Pérez Soriano pide, además, un cambio de mentalidad. Este año, toca ir más abrigado a clase, porque la ventilación natural es clave, asegura. Las mascarillas o el uso de filtros HEPA durante las clases son medidas complementarias a esa ventilación.