miércoles. 24.04.2024

Una pradera vacía y un fuego ardiente en el corazón de Madrid. El 15 de mayo de 2020, día de San Isidro, los madrileños, en lugar de prenderse claveles, lucían un crespón. A las 10 de la mañana, bajo un cielo gris, el alcalde y la vicealcaldesa inauguraron un pebetero, el nuevo monumento ubicado en la plaza de Cibeles en homenaje a las víctimas del coronavirus. 

José Luis Martínez- Almeida y Begoña Villacís colocaron una corona de laurel a los pies de la escultura al tiempo que los pocos representantes políticos que fueron invitados escucharon El cant dels ocells (El canto de los pájaros), una pieza a violonchelo de Pau Casals. “Es una obra muy solemne que se toca en situaciones tristes, casi siempre en homenajes a los caídos”, afirmó la violonchelista Teresa Lli al término de su actuación. “Ha sido muy sentido aunque no hayamos podido acercarnos entre nosotros”, recoge 20Minutos.

La plaza de Cibeles comenzó a recibir a los primeros curiosos. “¿Esto qué es?”, “¿pero se va a quedar encendido?”, “es muy bonito”, dijeron los primeros en llegar. Los viandantes se paraban ante el fuego ardiente. Ante su vista todo un cuadro con perspectiva: en primer plano el pebetero, al fondo, la rica fachada del palacio de Cibeles de la que colgaba una gran pancarta con la palabra gracias. Y, en el plano superior del cuadro, un enorme crespón negro cuelga, allí al cabo de la cuesta del arco de la Puerta de Alcalá.

Un cuadro elocuente para Víctor (40 años). “Todo es poco para homenajear a toda una generación que ha caído de esta forma tan desastrosa”. “Se merecen esto y más, que no queden en el olvido”, añadía su madre. El adorno tiene buena acogida entre los transeúntes. A Salvador (80 años) le parece un homenaje “magnífico”, igual que a Antonio a quien, no obstante, le resulta tardío: “Ya se debería haber hecho algo antes por ellos”, decía este madrileño. Celia, de 70 años, le respondía: “A las víctimas se les va a recordar igual y esto va a permanecer para siempre”.

Mientras, en el interior del Palacio, el escritor premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa pronunció el discurso previo a la entrega de la Medalla de Oro de San Isidro que este año ha sido concedido al pueblo de Madrid. "Creíamos haber alcanzado con el progreso el dominio de la naturaleza; pensábamos que la naturaleza no podía sorprendernos y menos derrotarnos, y la experiencia del Covid-19, de esta plaga medieval, para la que nadie, ningún país estaba preparado, nos ha vuelto seguramente menos arrogantes, más humildes". Tras las ineludibles palabras, pegadas a la actualidad, el escritor envió un mensaje esperanzador. "Madrid abre sus puertas y ventanas; hay pocos madrileños de origen. Madrid es una historia sin racismo. Ese amor a la libertad se ha manifestado de una manera ejemplar pues quizá es la ciudad más cosmopolita de todas".

Tras el premio Nobel, Mónica López, una prestigiosa médica internista del Hospital Ramón y Cajal de Madrid recogóa la Medalla de Honor a los madrileños a los que trasladó su "amor por la ciudad y la tristeza por quienes se han marchado. Con el premio en la mano ha pedido a los madrileños "distancia, prudencia y responsabilidad".

Madrid inaugura un pebetero en homenaje a las víctimas del coronavirus