viernes. 29.03.2024

Desde este 7 de enero de 2020, con la investidura de Pedro Sánchez como presidente, España tiene por primera vez en su reciente historia democrática un gobierno de coalición. Será además un gobierno de coalición de izquierda, o "progresista", como lo han bautizado sus creadores, PSOE y Unidas Podemos, que para ser alumbrado ha necesitado de una repetición electoral, la superación de la desconfianza mutua de sus artífices y la construcción de un complejo acuerdo de gobernabilidad con otras formaciones soberanistas y regionalistas.

Así, el Gobierno que Pedro Sánchez rechazó en julio y abocó al fracaso de su investidura y con el que dijo que "no dormiría tranquilo por las noches" antes del bis electoral de noviembre, sale ahora adelante, con él de presidente y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias como uno de sus vicepresidentes, si bien es verdad que la alianza de socialistas y morados viene armada con menos escaños (155 frente a 165 tras las elecciones de abril) y menos votos en las urnas (9,85 millones frente 11,2) de los que ambos tenían cinco meses atrás.

Desde este 2020, al margen de la longevidad del nuevo Ejecutivo, España se une a la lista de otros países del entorno europeo con tradición de gobiernos con ministros de dos o más partidos -en ocasiones de ideología opuesta, y ya sea en mayoría o en minoría, como será el caso español- en Alemania, Italia, Francia, Reino Unido, Holanda o los países de Escandinavia y Europa central; algo que también era moneda común en el nivel autonómico y municipal pero que no se había logrado implantar en el gobierno del país.

La perspectiva insoportable de unas terceras elecciones y de cargar con la responsabilidad de más bloqueo político y un eventual ascenso de la derecha ha acabado por unir a quienes antes se habían dicho incompatibles y por persuadir a un Sánchez que pretendía gobernar en solitario y que descartó asimismo la vía de la 'gran coalición' o la abstención con la colaboración del PP.

Necesidad obliga, y este gobierno en coalición es hijo del tiempo actual, en el que desde 2011 ningún partido ha alcanzado por sí mismo la mayoría absoluta, y en el que el escenario se ha fragmentado como nunca antes, con 19 partidos diferentes en el Congreso y un bipartidismo dividido en formaciones alternativas que han ido minando el poder tradicional de socialistas y conservadores. De hecho, desde la mayoría absoluta de Mariano Rajoy ningún partido ha obtenido más de 137 escaños en las elecciones generales.

El Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos, que estará representado de manera cuidadosamente proporcional por ministros de ambas formaciones, está sin embargo lejos de tener garantizada la gobernabilidad. Con 155 escaños en el Congreso, no cuenta tampoco con la mayoría en el Senado, que el PSOE perdió en la repetición electoral de noviembre, pero lo que antes parecía imposible ahora era más que conveniente para sus protagonistas.

"Lo que en abril se había convertido en una oportunidad histórica, hoy es una necesidad histórica", dijo Pablo Iglesias desde la Moncloa durante una comparecencia conjunta con Sánchez el pasado 12 de noviembre. El fracaso de tres meses de negociaciones tras el 28A, la frustración y las acusaciones mutuas entre julio y noviembre se disolvieron en un abrazo en menos de 48 horas tras el 10N y el líder de Unidas Podemos se felicitó de nuevo en su intervención en el debate de investidura de enero por la consecución de una "coalición histórica" que apuntala a ambos partidos. “Para nosotros es un honor caminar junto a vosotros. Sí se puede; adelante, presidente”, le dijo Iglesias al líder socialista.

"Bien está lo que bien acaba", zanjó en su intervención en el debate de investidura un Sánchez que se reconocía "francamente ilusionado" con su socio y dio por olvidados los enfrentamientos del pasado. "Dentro de cuatro años, miraremos atrás y demostraremos que somos una izquierda que pudo y supo gobernar", le dijo a un Iglesias con el que volvió a fundirse en abrazo fraterno.

Ahora que ambos partidos han pactado, queda atrás una historia de gobiernos en solitario y de líderes reacios a la unión temporal de intereses. Es cierto que en 1993, Felipe González llegó a ofrecer una coalición al entonces presidente de la Generalitat y dirigente de CiU Jordi Pujol y a Xabier Arzalluz (PNV), que rechazaron la oferta para llegar a acuerdos desde fuera del Ejecutivo.

Y aunque no trascendió en su momento, el líder de la ya desaparecida Unió Democrática de Catalunya (UDC), Josep Antoni Duran Lleida reveló en una entrevista en 2011 que José Luis Rodríguez Zapatero le había ofrecido ser ministro en su gobierno.

De hecho, la relación de los partidos de izquierda en España tendió siempre a ser problemática en los tiempos de PSOE e IU, desde el antagonismo de Felipe González y Julio Anguita y el fallido pacto entre Joaquín Almunia y Francisco Frutos en el año 2000, del que el PP de José María Aznar salió victorioso con mayoría absoluta, a los conocidos y agrios enfrentamientos en el Congreso entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias estando ambos en la oposición.

Fue la llegada de Podemos y Ciudadanos en el tablero político la que cambió las reglas del juego al irrumpir con fuerte representación tras las elecciones generales de diciembre de 2015. Ciudadanos pudo haber entrado en coalición con Sánchez en 2016, pero no sumaron apoyos suficientes en aquel infructuoso y precursor "pacto del abrazo". Luego Albert Rivera prefirió apoyar desde fuera al gobierno de Mariano Rajoy y fue solo a partir del ciclo electoral de 2019 cuando el partido naranja accedió a entrar en los gobiernos, a nivel autonómico (Andalucía, Madrid, Murcia y Castilla y León) y municipal. Tras su negativa a pactar tras el 28A con el PSOE un gobierno que habría sumado 180 escaños y su posterior hundimiento electoral, Rivera perdió su oportunidad y pagó como precio su propia carrera política.

En cambio, PSOE y Podemos ya tenían experiencia de gobierno juntos en varias comunidades autónomas: en Castilla-La Mancha, aunque duró poco y ahora el PSOE tiene mayoría absoluta; en la Comunidad Valenciana, junto a Compromís, pacto reeditado esta legislatura; en La Rioja; en Baleares, donde también se ha consolidado junto a Més; y hasta en fórmulas cuatripartitas, en Aragón, en Navarra y en Canarias, donde una unión de izquierdas ha desbancado a Coalición Canaria tras casi 30 años en el poder.

Lo que antes era prácticamente una excepción (el PSOE de Susana Díaz se abrazó a IU para gobernar la Junta en 2013), es ahora lo normal, y en la actualidad 14 de las 17 comunidades autónomas están regidas por gobiernos compartidos.

Ahora será la primera vez que un pacto de estas características se eleve al Gobierno de España, después de dos meses de complicadas negociaciones para enhebrar los apoyos necesarios.

La pregunta elemental y que el tiempo responderá es si el gobierno de coalición tendrá tiempo para ser más que un hito efímero en la cronología de la actual democracia, o si será demolido por la misma inestabilidad y fragmentación de las que procede.

Comienza el primer gobierno de coalición de la historia reciente de España