viernes. 19.04.2024

Whang-Od Oggay es la última mambabatok que queda de su tribu. La etnia Kalinga cuenta con una tradición milenaria, que domina el arte de la tinta sobre piel. Aprendió a tatuar hace 80 años. Los motivos naturales solo podían lucirlos los guerreros Butbut después de asesinar a alguien durante las batallas. 

La población filipina, así como los turistas han caído rendidos ante el arte de Whang-Od y cada vez es más frecuente que acudan a ella para tatuarse de forma tradicional. La técnica manual que aplica la artista consiste en martillear con púas de árboles frutales como el pomelo o calamansí sobre la zona de piel que se desea tatuar con trozos de carbón.

En los últimos años, ha enseñado a su sobrina nieta, Grace Palicas,  a trazar los tatuajes de su tribu. La anciana experta considera que si alguien ajeno a su etnia trata de realizar este tipo de tatuajes puede infectarlos.

Tras darse a conocer la habilidad ancestral de Oggay muchos visitantes extranjeros acuden a ella para pedir de sus servicios. Para llegar hasta su cabaña hay que viajar alrededor de 15 horas al norte de Manila hasta el pueblo de Buscalan, situado en la montaña. Además de tener que caminar varios kilómetros para llegar hasta su hogar. Quienes acuden para que la anciana les preste sus servicios suelen llevarle una ofrenda, alimentos o medicinas esenciales para ayudar a que su pueblo subsista. La calidad de vida de su pueblo ha mejorado gracias a la tradición que Whang-Od mantiene y que herederá en algunos años Palicas. 

Whang, la tatuadora que a sus 103 años conserva la tradición milenaria de su tribu