miércoles. 24.04.2024

La música, palabra que todo el mundo conoce, viene a significar el arte de combinar los sonidos de la voz humana y de los instrumentos, juntos o separados, y que a la vez esto cause agrado y sensibilidad ya sea en forma de alegría o tristeza.  

Sin embargo, esta definición se queda corta, resulta banal y carente de sentido para todo lo que de verdad engloba dicha palabra. Para conocer mejor su significado, necesitamos ahondar en sus orígenes. ¿Dónde, cómo, y para qué se inventó?

Se dice que la música tiene un origen desconocido, que surgió de la propia voz humana al poder articular sonidos del lenguaje. Más tarde se implementó la percusión corporal y por último, los instrumentos creados con huesos de animales. 

No obstante, nos estamos confundiendo al pensar que algo tanto potente y valioso como es la música la hemos podido crear la especie humana. Si alguien lo piensa está en lo incierto. La música ha estado presente siempre en la naturaleza, en los ríos, árboles, océanos y en tierra firme. La música no necesita una voz de persona o un instrumento material. Necesita ser escuchada y entendida. A oídos de muchos esto puede parecer trivial e incluso estúpido ya que la música como la conocemos hoy en día necesita cantantes y un equipo sonoro de calidad. Puede que ahora si necesitemos todo eso y es porque hemos perdido la esencia inicial de la melodía. 

Si escuchamos el mundo que nos rodea hoy, puede que el único sentimiento que nos produzca sea estrés.  Probablemente lo que oigamos sean aglomeraciones de coches, bocinas, taladros de las obras provenientes de cualquier piso o calle y gente gritando. Es normal que a eso no le llamemos música ya que no transmite nada bueno. Pero vamos a enfocarlo de forma inversa. Ahora estamos rodeamos de naturaleza, da igual que sea al lado del mar o en la cima de un monte, la cuestión es que no hay nadie, solo tú y el sonido de la naturaleza fluyendo. El viento mueve las ramas, agita las olas, cantan los pájaros y las gaviotas. Gruje el suelo, es un ciervo que pasa corriendo y te estremeces. Canta un delfín que acaba de dar un salto entre el oleaje. Todo eso también produce una melodía conmovedora de sentimientos, alegres o tristes, motivantes o melancólicos. No importa la sensación que te transmita, solo que te haya provocado algo.  Así es como realmente nace la música y cuando hayamos aprendido a escucharla, podremos apreciar la importancia que tiene y en el valor de no perderla.

En la actualidad necesitamos altavoces, auriculares y dispositivos que eleven la música hasta límites estratosféricos para que nos consigan transmitir emociones. Esta presente siempre, en las tiendas, supermercados, bares, coches, en tus oídos al ir solo por la calle o incluso en tu casa cuando quieres aumentar tu estado de ánimo ya sea para alegrarte o entristecerte todavía más. La música que entra a nuestros oídos es pura mágica, es una medicina adictiva de la que no te puedes desenganchar porque las sensaciones que te transmiten son absorbentes.  

A la pregunta inicial de si podríamos vivir sin música, mi respuesta es no. No, primero porque la música está presente siempre, aunque hay que saber apreciarla y segundo porque el ser humano necesita constantes emociones que muchas veces solo con enchufar la radio, o tu playlist en Spotify es suficiente para sentirte mejor, reconfortado y desconectar del resto del mundo. Porque la música es eso, desconexión. 

¿Podríamos vivir sin música?