martes. 18.02.2025

La inflación de los alimentos no da tregua. Desde marzo del año pasado, el aumento de precios no baja del 10%. Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ubican a España por encima de la media con una inflación que alcanzó el 10,5% septiembre pasado, mientras que el conjunto de la OCDE era del 8,1%. Aunque el pico se registró en febrero cuando los precios de los alimentos se dispararon un 16,7%.

Las consecuencias de estos incrementos ya están a la vista. Según el Banco de España, el alza de los precios de los productos de primera necesidad afecta particularmente a los hogares con menos recursos que se ven obligados a destinar un mayor porcentaje de su renta al gasto alimentario. Esto tiene un impacto directo en la capacidad de los consumidores con rentas más bajas de acceder a una alimentación saludable. Una encuesta reciente pone en perspectiva este impacto. 

El 49% de los españoles encuestados ha admitido que el encarecimiento de los alimentos ha tenido un efecto en la manera en la que se alimentan. Así lo ha revelado el VI Estudio de Salud y Vida llevado a cabo por la aseguradora Aegon que demuestra cómo los consumidores han ido suprimiendo de su dieta ciertos productos frescos como el pescado, la carne y la fruta y los han reemplazado por alternativas menos costosas y con menores beneficios para la salud como los alimentos congelados. 

La situación económica está obligando a los españoles a cambiar su alimentación, aunque esto no afecta a todos por igual. Según la investigación, las más afectadas por esta realidad son las mujeres (en un 50,2%), mientras que en términos de edad, los más perjudicados son los consumidores de entre 26 y 40 años. 

Muchos consumidores han eliminado de su cesta de compra, alimentos básicos, llenos de nutrientes y de gran valor nutricional que son indispensables en la dieta diaria. En concreto, un 45,1% de los encuestados declaró haber dejado de consumir algún alimento debido al incremento de precios. Dentro de los productos que los españoles han suprimido de sus dietas se encuentra, en primer lugar el pescado, seguido de la carne, las frutas, los cereales, la leche y los lácteos y las verduras.

Esto acarrea graves consecuencias para la salud de los consumidores debido a su incapacidad de llevar una dieta saludable, lo que se conoce también como inseguridad alimentaria y nutricional. Una problemática que no es nueva para los españoles. De hecho un estudio impulsado por la Universidad de Barcelona y la Fundación Daniel y Nina Carasso demostró que la inseguridad alimentaria no está relacionada a crisis coyunturales, sino que está ligada a un problema estructural. Según el informe, casi 2.5 millones de hogares en España sufren problemas alimentarios y cada año se registran hasta 90.000 muertes relacionadas a dietas inadecuadas. Esto reafirma la necesidad de promover medidas y políticas destinadas a garantizar el acceso a una alimentación sana y nutritiva. 

Hace ya casi un año que el Gobierno adoptó políticas destinadas a mitigar el impacto de la inflación alimentaria. Por ejemplo, la rebaja o eliminación del IVA del 4% al 0% a los alimentos de primera necesidad ha ayudado a paliar el efecto de los aumentos. Como así también lo han hecho las ayudas directas a los agricultores para compensar por el aumento del precio de los fertilizantes y otros insumos. Sin embargo, las cifras demuestran que estos incentivos no han tenido repercusiones inmediatas en los precios de los alimentos. 

A finales del 2022, el Ministerio de Consumo, junto al de Trabajo y Economía Social, intentaron imponer a las grandes cadenas un límite en los precios de ciertos alimentos. Para ello, Consumo estableció una lista de productos considerados esenciales para una cesta de la compra nutricionalmente de calidad, saludable y sostenible. Casualmente los productos que figuran en el listado, son aquellos a los que los españoles están renunciando debido al fuerte aumento de precios. 

Teniendo en cuenta el contexto actual, al menos se debe celebrar que el Ministerio de Consumo haya dado marcha atrás con la promoción del polémico etiquetado nutricional Nutri-Score. Fuertemente criticado por todo el arco político, expertos y científicos, el modelo NutriScore reveló importantes fallas a la hora de informar a los consumidores sobre la composición nutricional de los productos. En lugar de incentivar a los españoles a seguir una dieta saludable, el etiquetado genera confusión entre los consumidores debido a sus incongruentes clasificaciones. Basta con mirar la etiqueta NutriScore que lleva el aceite de oliva español para comprender por qué un sistema de este estilo no está adaptado al mercado español y mucho menos para el contexto actual. A esta altura, ni siquiera es cuestión de actualizar el algoritmo del Nutri-Score, ya que los problemas que acarrea este modelo son suficientes para que las autoridades decidan no perder recursos ni tiempo en intentar hacer funcionar un sistema que no permitirá responder a los desafíos actuales. 

En cambio, promover dietas saludables, garantizar la accesibilidad a alimentos nutritivos y concientizar sobre su importancia es el objetivo al que deben apuntar las políticas públicas. Sobre todo teniendo en cuenta que los pronósticos con respecto a la evolución de los precios de alimentos no son nada alentadores.

El impacto de la inflación en la cesta de compra de los españoles