viernes. 19.04.2024

Se convirtió en uno de los grandes pianistas de su tiempo, caracterizado por su pasión interpretativa y su facilidad ejecutoria, trabajó con los mejores directores y orquestas y dejó un legado discográfico fundamental, pero la enfermedad lo derrotó cuando solo contaba 50 años, en 1996. Se cumple un cuarto de siglo de la muerte en Roma de Rafael Orozco, el mayor pianista que ha dado Córdoba y uno de los más relevantes del ámbito español, nacido hace 75 años y que desarrolló una trayectoria tristemente corta pero de gran intensidad. Su ciudad natal le dedica desde 2002 un festival de piano que lleva su nombre y que el próximo mes celebrará su decimonovena edición.

    "Rafael Orozco, uno de los grandes pianistas de nuestra generación", señala Marta Argerich en el libro Rafael Orozco. El piano vibrante de Juan Miguel Moreno Calderón, catedrático de Piano del Conservatorio Superior de Música de Córdoba que lleva décadas investigando la figura y la trayectoria del artista y reivindicando su papel como  uno de los grandes pianistas de la segunda mitad del siglo XX. Moreno Calderón, director artístico del Festival de Piano Rafael Orozco, afirma que el cordobés "representa uno de los principales hitos en la historia del pianismo español y un referente obligado al estudiar el piano de nuestra época". Y es que "muy pocos han sido los pianistas españoles de los siglos XX y XXI cuya universalidad les convirtiera en timbre de gloria de nuestra música". La obra, publicada por la editorial Almuzara en 2016, es un detallado estudio de la vida de Orozco y ha servido de base a un documental que celebrará su estreno en las vísperas del festival, encargado por el Ayuntamiento de Córdoba y realizado por la empresa Pico Tres Estudio.

    Nacido el 24 de enero de 1946, Orozco vivió en Córdoba durante su infancia y primera adolescencia y desde pequeño se vio inmerso en un ambiente musical, ya que su padre dirigía una orquesta de variedades y tocaba algunos instrumentos. De él recibió las primeras lecciones musicales, pero su primera gran maestra de piano fue su tía Carmen Flores, una figura fundamental en su formación. Entre 1954 y 1961 Orozco cursó oficialmente los estudios musicales en el entonces Conservatorio Profesional de Música de Córdoba. El Concurso Barranco de Málaga de 1960, en el que ganó un accésit, supuso su primera participación en un certamen pianístico.

    A principios de los años 60 Orozco se trasladó con su familia a Madrid, en cuyo Real Conservatorio desarrolló sus estudios de virtuosismo con el maestro José Cubiles. Fueron años fundamentales en la orientación de su carrera. El cordobés quedó en segunda posición en el Concurso Internacional de Bilbao de 1963 y en el año siguiente,  coincidiendo con el final de sus estudios en el Conservatorio, obtuvo el Premio de Virtuosismo de este centro y el Premio Jaén, el principal concurso pianístico de los pocos que se celebraban en España en esa época. Fue un año muy importante para él, ya que también viajó a Siena para estudiar con Guido Agosti en la Accademia Musicale Chigiana. Asimismo, en la búsqueda de nuevos referentes para reforzar su formación conoció al pianista búlgaro Alexis Weissenberg, con quien desarrolló un trabajo de casi dos años.   

    Pero el gran trampolín en el inicio de su carrera internacional fue su triunfo en 1966 en el Concurso Internacional de Piano de Leeds, uno de los más importantes del mundo y que ofrecía la oportunidad a los ganadores de realizar numerosos conciertos, sobre todo en el Reino Unido. La noticia fue ampliamente divulgada por los medios de comunicación en España. Poco después del concurso, Orozco estableció su residencia en Londres, donde tuvo como consejera musical a la maestra italiana Maria Curcio. Desde allí se proyectó como una de las grandes figuras emergentes del pianismo internacional, con presencia en los escenarios de Europa, Estados Unidos, Australia y Japón. Los años finales de la década de los 60 y los iniciales de la siguiente son fundamentales en su trayectoria: desarrolla giras y participa en festivales por todo el mundo, trabaja con orquestas tan relevantes como la de Filadelfia y la de Chicago, graba sus primeros discos y debuta en París, otra ciudad importante en su vida. En 1972 actúa con algunas de las grandes orquestas estadounidenses (como la de Cleveland y la Filarmónica de Los Ángeles) y empieza en Londres la grabación de la integral de los conciertos para piano y orquesta de Rachmaninov con la Royal Philharmonic Orchestra, bajo la batuta de Edo de Waart. Una grabación histórica que marcó el inicio de su relación discográfica con Philips.

    A finales de 1973 Orozco traslada su residencia a París, donde se reencuentra con Alexis Weissenberg y conoce a Michel Glotz, que se convierte en su agente. Glotz era un personaje de gran influencia en el mundo musical de aquellos años, agente de Maria Callas, Herbert von Karajan y el propio Weissenberg. Su carrera internacional sigue en auge, con giras por todo el mundo y varios discos en el mercado. En 1975 debuta en el Carnegie Hall de Nueva York con la Orquesta de Cleveland y en la Philharmonie de Berlín con la Orquesta Filarmónica de Berlín. También actúa con la Orquesta Sinfónica de Viena, dirigida por Carlo Maria Giulini, y con la Orquesta Sinfónica de Radio Hamburgo bajo la batuta de Lorin Maazel. Son años de intensa actividad en los que el talento de Orozco brilla en el primer plano del pianismo internacional.

    La segunda mitad de la década de los 70 está marcada en la trayectoria del cordobés por su ruptura con la casa Philips y el distanciamiento de Michel Glotz. El número de sus actuaciones decae, pero aun así Orozco actúa con orquestas de primer nivel mundial como las de París, Berlín, Londres o Los Ángeles, vuelve a Japón y graba un disco para EMI con los dos últimos conciertos de Mozart, después de varios años alejado de los estudios de grabación. En 1981 se plantea un nuevo cambio de residencia y la ciudad elegida es Roma.

    En la capital italiana Orozco encuentra el clima de sosiego que buscaba para reorientar su carrera. Allí pasó los que él definió como los mejores años de su vida. En la primera mitad de la década mantiene una apretada agenda de actuaciones, sobre todo en Europa, y amplía su repertorio con obras de Bartók, Debussy, Ravel o Schubert. Son años en los que se integra en la vida musical italiana y encuentra una nueva representante, Gabriella Giordano. Recibe la medalla de oro de su ciudad natal, donde vuelve a actuar después de algunos años sin hacerlo. En la segunda mitad de la década sus actuaciones se centran en Italia y España. Una de sus experiencias más relevantes fue formar dúo con el violinista Massimo Paris: su única incursión destacable en el ámbito de la música de cámara.

    El año 1990 marca un nuevo punto de inflexión en su carrera con su regreso a los estudios de grabación de la mano del sello Auvidis Valois, que se convierte para él en una plataforma de relanzamiento discográfico. El primer disco, dedicado íntegramente a Liszt, es alabado por la crítica. Continúa sus actuaciones por Italia y España, vuelve a París y en 1992 suma un nuevo hito discográfico con Iberia, la obra maestra de Albéniz, para el citado sello. El impacto de la grabación fue enorme y supuso para Orozco un renacimiento artístico. Su figura vuelve al primer plano pianístico después de unos años de presencia más tímida. Con Iberia llega a escenarios de gran relevancia como el Teatro de los Campos Elíseos de París. La Junta de Andalucía le otorga en 1993 el Premio Andalucía de la Música.

    Un Orozco lleno de proyectos dedica en 1994 a la obra pianística de Manuel de Falla el que sería su último registro discográfico. Recibe nuevos reconocimientos y mantiene su agenda de conciertos, pero por desgracia la enfermedad ya se ha manifestado. El eco de Iberia pervive y Orozco disfruta de algunas noches inolvidables como la de la Scala de Milán, donde interpreta su versión de la obra de Albéniz. El 26 de octubre de 1995, visiblemente desmejorado, Orozco actúa por última vez en su ciudad natal, con la Orquesta de Córdoba dirigida por Leo Brouwer. Volvió a Japón y a partir de ese viaje su estado de salud empeoró de manera muy ostensible. En la madrugada del 25 de abril de 1996, Rafael Orozco falleció en Roma.

    Murió con la agenda llena de proyectos. España perdía a uno de sus músicos de mayor proyección internacional, uno de los pianistas más virtuosos que ha dado este país, y así lo reconocieron los medios de comunicación. En Córdoba, gracias al impulso de Juan Miguel Moreno Calderón, su biógrafo y quien más ha estudiado su trayectoria, el Conservatorio Superior de Música lleva su nombre y cada año desde 2002 (con la excepción de 2020, por la pandemia de COVID-19) se desarrolla en otoño el Festival de Piano Rafael Orozco, que hasta la fecha ha recibido a 200 pianistas de 30 países (entre ellos, figuras como Arcadi Volodos, Vladimir Ochinnikov, Joaquín Achúcarro, Javier Perianes, Josep Colom o Rosa Torres-Pardo) y que celebrará su decimonovena edición el próximo mes.    

  

Rafael Orozco: 25 años sin el gran pianista de Córdoba