viernes. 19.04.2024

Con tan solo 15 años, Seydou Guene decidió abandonar Burkina Faso y seguir los pasos de su hermano mayor, que se había marchado un tiempo antes en busca de un futuro mejor del que le esperaba en su país, uno de los más pobres del mundo. Unos años después, y afincado en Córdoba, Seydou puede decir que ha vivido ya, en sus apenas dos décadas de vida, más experiencias que muchas personas adultas. “He visto muchas cosas”, afirma.

Casi dos años viviendo entre Argelia y Marruecos; travesía en patera (“pasé mucho miedo”, confiesa) para llegar a Motril; internamiento en un par de centros de protección de menores de Granada; al cumplir los 18, pasó por sendos centros para mayores de edad en Jaén; y el año pasado, en plena pandemia y nada más concluir el confinamiento domiciliario, se vino a Córdoba en busca de su hermano.     

Cada año, miles de jóvenes como Seydou alcanzan la mayoría de edad habiendo crecido bajo el Sistema de Protección a la Infancia, separados de sus respectivas familias. En ese momento finalizan sus medidas de protección, y las alternativas para el retorno familiar se hacen inviables en la mayoría de los casos, teniendo que emanciparse de manera precoz (11 años antes que la media de edad de cualquier otro joven en nuestro país), lo que los predispone a una situación de riesgo de exclusión social e incluso a un segundo desamparo.

La vulnerabilidad de estos jóvenes es extrema: el 84% se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión, 81,5% está en paro, el 84% no recibe ninguna prestación o subsidio, y un 10% se ve obligado a vivir en la calle o en situación de alta precariedad, según el último Boletín de Vulnerabilidad elaborado por Cruz Roja Española dedicado a jóvenes extutelados.
La crisis de la COVID-19 ha afectado de forma sustancial a la inserción social y laboral de estos jóvenes y ha agravado su vulnerabilidad y su riesgo de pobreza y exclusión social.

Pese a ello, Seydou es optimista. “Hay muchas dificultades, pero hay que seguir adelante, no hay que rendirse nunca”, expresa en un buen castellano. Él lo tiene claro: “Que la cosa mejore depende de mí”. Y para ello intenta ganarse la vida entre el campo y la hostelería.

Una opinión que comparte la joven Samia, una chica marroquí de 21 años que actualmente estudia Relaciones Internacionales en la Universidad Loyola Andalucía, unos estudios que ha de compaginar con trabajos que le van saliendo para el cuidado de personas mayores, niños o limpieza. “Mi objetivo ahora es aprobar los estudios y regularizar mi situación en España. Una vez conseguido esto, soy optimista con el futuro”.

Tanto Seydou como Samia son dos de los 137 jóvenes ex tutelados en Córdoba y más de 3.600 en toda España a los que Cruz Roja Española ha apoyado durante la pandemia a través del proyecto ‘Acompaña’, promoviendo su formación e inserción laboral, y asesorándoles en su regularización administrativa.

“Las principales barreras para la emancipación identificadas tanto por los propios jóvenes, como por los equipos de Cruz Roja son el desempleo y falta de oportunidades, la carencia de recursos económicos y vivienda, la discriminación, las dificultades para mantener el permiso de residencia y trabajo en el caso de extranjeros, las carencias formativas y los hechos traumáticos no superados o el aislamiento”, detalla Gema Rodríguez, referente provincial en Córdoba del ‘Acompaña’, iniciativa para la que la institución humanitaria cuenta con el apoyo de la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía.

De los 137 jóvenes atendidos en Córdoba el pasado año en el marco de este proyecto, 110 eran inmigrantes, mayoritariamente hombres (120 por tan solo 17 mujeres) y con una edad comprendida entre los 16 y los 21 años.

Seydou, el guineano de 15 años asistido por Cruz Roja Córdoba: "Hay que seguir...