jueves. 18.04.2024

El Papa Francisco insiste continuamente en estar cerca de los inmigrantes y refugiados, nos llama a acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos y propone seis acciones de cara a la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado que se celebrará este domingo, 27 de septiembre: conocer para comprender, hacerse el prójimo para servir, escuchar para reconciliarse, compartir para crecer, involucrar para promover y colaborar para construir.

Se trata de la Jornada número 106, dedicada al drama de los desplazados internos, “un drama invisible”, según el Papa, que la crisis mundial causada por la pandemia del Covid-19 ha agravado y que los cristianos no pueden ignorar, ya que en los rostros de estos hermanos, “también se refleja el de Jesús refugiado”; de ahí el lema “Como Jesucristo, obligados a huir”. Un drama que muchas familias han vivido en primera persona como es el caso de Josefa Ortiz y Manuel Martínez, dos inmigrantes que llegaron hace unos años a Córdoba buscando quedar a salvo de persecuciones de diversa índole.

Manuel procede de El Salvador, donde junto a su familia fue objeto de persecución para los pandilleros. Padre de cinco jóvenes, Manuel y su esposa vivieron una fuerte crisis provocada por los grupos de “pandillas” que extorsionaban a personas que como ellos, tenían un sueldo fijo. Ambos trabajaban en el hospital, tenían 26 años de servicio, y por el simple hecho de ser empleados públicos, se convirtieron en una fuente de ingresos para los pandilleros. “Tuvimos que huir del norte de nuestro país al sur porque nos pedían una cuota mensual y transcurridos seis meses de nuestro traslado, volvimos a ser extorsionados por ellos. Aunque intentamos ponerlo en manos de las autoridades, no logramos nada, incluso, llegamos a vivir situaciones de miedo en el colegio y la universidad de mis hijos, por lo que decidimos ya huir del país”, relata Manuel recordando su historia personal.

También Josefa vivió una situación dura, bajo una dictadura en Nicaragua, rodeada de muertes continuas y situaciones violentas que no podía soportar, en las que se jugaba la vida ante cualquier acto que sucediera. “Me decidí a venirme tras un proceso duro, pidiendo la inspiración divina y la ayuda del Señor para no sufrir más la situación que me rodeaba”, recuerda Josefa, quien hoy da gracias a Dios por la gente que le rodea en la ciudad.

Tanto para Manuel como para Josefa, Córdoba ha sido una puerta abierta a la esperanza, donde han encontrado apoyo en la Iglesia, en la Delegación de Migraciones y donde sienten el calor de muchas personas que como ellos, han tenido que dejar sus vidas en busca de un futuro mejor. Ambos participan cada año en la Jornada de las Migraciones con el fin de relacionarse con más inmigrantes, conocer su historia y sentir el calor de unos con otros.

En esta ocasión, la Delegación de Migraciones conmemorará la Jornada participando en la misa dominical oficiada por el Obispo de Córdoba en la Santa Iglesia Catedral y posteriormente, se procederá a un acto de solidaridad y oración en el Patio de los Naranjos.

La Santa Iglesia Catedral acogerá a los migrantes de la Diócesis