Un enigma que ha persistido durante siglos ha sido finalmente resuelto. Una reciente investigación de la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU) ha confirmado que la fase inicial de la noria del Molino de la Albolafia se remonta al período almohade, desechando así hipótesis previas que la situaban en el siglo IX, en tiempos de Abderramán II.
Descartado el origen omeya
Durante años, se barajaron distintas teorías sobre el origen del molino. Se llegó a pensar que había sido construido en el siglo IX, atribuyéndolo a Abderramán II, o incluso en la época almorávide, asociándolo a un supuesto palacio sobre el río. Otras teorías lo situaban en el periodo mudéjar. Sin embargo, un análisis detallado ha desmentido estas hipótesis.
“El nivel del agua en la época omeya no habría permitido elevarla hasta el alcázar sin la construcción de estanques adicionales, de los cuales no se han encontrado vestigios”, explicó Juan Murillo, jefe de la Oficina de Arqueología de la GMU. En realidad, Abderramán II utilizaba un canal para abastecer de agua al Alcázar.
Además, se ha determinado que el agua que transportaba la noria no era apta para el consumo humano, sino que se destinaba al riego de las huertas y jardines de la alcazaba almohade, un dato respaldado por textos árabes de la época.
Las evidencias arquitectónicas
Las pruebas arqueológicas han sido determinantes para confirmar el origen almohade del molino. Según Murillo, las técnicas constructivas utilizadas en la base del molino, la disposición de los arcos y la gran sillería del tajamar responden a los estándares de la ingeniería almohade.
Pese a su origen en este periodo, se ha descubierto que la estructura sufrió una reforma en el siglo XIV, durante el período mudéjar, posiblemente tras un colapso que obligó a reconstruir parte del soporte de la noria.
Estado actual y restauración
Los trabajos de limpieza, llevados a cabo en el último trimestre de 2024, han permitido evaluar el estado del molino. Según la arquitecta Rosa Lara, coordinadora de gestión del Casco Histórico en la GMU, la parte visible de la noria “se encuentra en mejor estado de lo esperado”. Sin embargo, la parte enterrada ha desaparecido debido a la acción de insectos xilófagos.
Para su recuperación, se han aplicado productos restauradores en los radios y palas de la rueda, así como nuevos morteros para reforzar la nave y reemplazar elementos deteriorados. Estas intervenciones, realizadas por la empresa Arqueobética, han supuesto una inversión inicial de 45.375 euros.
Un proyecto ambicioso
El Ayuntamiento de Córdoba tiene previsto abordar una segunda fase de intervención, con una inversión de 1,5 millones de euros, para consolidar la estructura y hacer el molino visitante. Así lo anunciaron el alcalde José María Bellido y el presidente de la GMU, Miguel Ángel Torrico.
Torrico destacó la importancia de estas actuaciones no solo para la conservación del patrimonio, sino también para fortalecer el atractivo de Córdoba como destino turístico, centro de investigación y referencia arqueológica. “Es fundamental que los cordobeses sean conscientes del inmenso valor patrimonial de su ciudad”, concluyó.