José Bretón, condenado a 40 años de prisión por el asesinato de sus hijos Ruth y José en octubre de 2011, ha reconocido por primera vez que fue el responsable de sus muertes. En una reveladora conversación con el escritor Luisgé Martín, cuya prepublicación ha sido difundida por El Confidencial, el parricida cordobés ha asegurado que tomó la terrible decisión porque estaba obsesionado con evitar que sus hijos se criaran con la familia de su exesposa, a la que consideraba "tóxica".
Una confesión tras años de silencio
El testimonio de Bretón surge tras un intercambio de más de 60 cartas con el autor desde julio de 2021, seguido de una llamada telefónica en 2022 y, finalmente, una reunión presencial el 26 de diciembre en la prisión de Herrera de la Mancha, donde cumple su condena. En ese encuentro, el asesino explicó por qué había accedido a hablar: “Necesitaba decir que me arrepiento, que el hombre que mató a Ruth y José quiere pedir perdón por el daño que hizo”.
Bretón relató que, tras su separación de Ruth Ortiz, comenzó a experimentar una profunda angustia, no tanto por el fin de la relación, sino por el destino de sus hijos. La posibilidad de que fueran educados por la familia materna lo atormentaba hasta el punto de sumirlo en una espiral de pensamientos obsesivos que, según él, lo hicieron sentir que estaba perdiendo la razón.
Con el tiempo, al ver que Ruth no tenía intención de retomar la relación, llegó a la conclusión de que la única salida era acabar con la vida de los niños. En sus palabras, tenía “un monstruo dentro de la cabeza” y la idea de asesinarlos le proporcionaba “consuelo”.
Un crimen meticulosamente ejecutado
Según su propio relato, Bretón administró pastillas machacadas disueltas en agua con azúcar a sus hijos para que no sufrieran. Insiste en que se aseguró de que estaban sin vida antes de trasladar sus cuerpos a la finca, donde finalmente los incineró.
Asegura que no planeó el crimen de forma meticulosa ni buscó información específica para llevarlo a cabo, sino que simplemente se basó en lo que había visto en películas: “Los cuerpos debían desaparecer para que no hubiera crimen”.
Con una frialdad escalofriante, Bretón reconoció que estuvo "a punto" de quedar impune, y que solo le faltó “un poco más de suerte”. “Sin cadáveres, no hay crimen. Eso está en cualquier novela policíaca”, afirmó sin rastro de emoción.