Desde el Ayuntamiento de Córdoba a través de la “Delegación de Mayores” pensamos que, si todos nuestros mayores son importantes más aun lo son nuestros mayores centenarios.
Llegar a un siglo de vida o más es un evento cada vez menos usual, dadas las circunstancias actuales.
Desde esta Delegación, entendemos que es necesario homenajear a la ciudadanía cordobesa que cumple 100 años o más de vida. De manera significativa y en un acto que realce la importancia de este acontecimiento tan especial.
Historia de la persona Homenajeada:
José Delgado Zafra (Pepe)
Nació en la ciudad de Posadas el 7 de noviembre de 1924. Conocido en Villarrubia como Pepe “Garabato”, apodo con el que también se conoce a toda la familia.
Es el segundo de 5 hermanos, Pedro (Perico), Andrés (Chico), Teodora (Teo) y Rafaela (Rafi). Sus padres: Juan Delgado García y Rafaela Zafra Estévez.
Subsistieron gracias a la ayuda de un tio, que vivía en América quien le enviaba dinero a su hermana para la crianza y educación de él y su hermano José. El dinero era recibido por el dueño de la tienda “GARABATOS” (dedicada a la venta de utensilios y aperos para las mulas que trabajaban en el campo).
Su padre Juan era Guarda Jurado Mayor y a los pocos años de su matrimonio le llamaron para ejerciera esta función en la Finca de Villarrubia “Cuevas de Artaza”, propiedad por aquellos años del Conde Artaza, hasta que posteriormente le asignaron la tarea de encargado de la finca.
Desde su llegada a Villarrubia vivió en las casas que la propia finca tenía destinadas a los empleados y al ser nombrado encargado, su vivienda se ubicaba en el antiguo secadero de Villarrubia.
Su padre, además de la educación, les proporcionó un trabajo en la Finca, si bien Pepe lo que realmente le apetecía era la mecánica de vehículos, de ahí que se dedicara, dentro de las tareas agrícolas a la labor de tractorista. Contrajo matrimonio con Josefa Páez Trigo, del que tuvieron dos hijas, Rafaela y Ana y cinco nietos y dos biznietos.
Los padres fueron familia humilde pero con muchos valores. Juan y Rafaela trabajaron mucho para que a sus hijos no les faltase de nada. Su madre cosía las camisas para los varones, cuando no tenía tela, rompía sábanas del ajuar que llevaba y les hacía camisas blancas, para que sus hijos fuesen bien guapos.
Su madre hacía pan para la familia y a veces bien temprano daba un trozo de pan a todo el que llegaba a su puerta pese a o tener riquezas ninguna. Lo que ellos tenían lo repartían para los demás. Como no había maestros en los campos su padre fue enseñando a todos.
Les compró una libreta, un lápiz, una goma y una cartilla para aprender a leer. Cuando venía de trabajar los sentaba en la mesa y les iba explicando, para que supieran leer y escribir y tuvieran alguna cultura. Les explicaba cosas de Historia y Geografía, que era lo que más sabia, y de Matemáticas para que supiesen defenderse en la vida. Les enseñaba cuentas.
Su madre les enseñó a rezar. Cuando tuvo Pepe 6 años fue a trabajar a la fragua (taller que tenía el cortijo). A los 8 años era “follique”, la persona que soplaba en las fraguas.
Con 15 años lo subían de categoría y ya conducía tractor y máquinas, conducía segadoras, cosechadoras sin motor, arrastradas por un tractor . En una de estas máquinas tuvo un accidente; su jefe le mandó abrir el tapón de la máquina y se quemó. Lo llevaron al hospital a Córdoba y regresó a casa donde su madre le curó las quemaduras que tenía por todo el cuerpo.
Siguió trabajando allí hasta servicio militar, que comenzó en Sevilla, pero cuando llevaba un tiempo fue enviado a Huesca para reemplazar a los soldados que estaban en transmisiones. Aunque en un principio era para 1 año, se complicó la cosa y estuvieron 2 años.
Su madre le enviaba paquetes de comida, pero él lo que más deseaba era pan. Contaba que desde que recogía el paquete hasta el cuartel iba comiendo pan y cuando llegaba al cuartel ya no tenía pan. Iba pellizquito a pellizquito.
Cuando lo licenciaron volvió a casa con sus padres. Ya el padre era encargado de la finca en que la dueña era una de las herederas de los Condes de Artaza, María Luisa Olivares Bruguera.
Nuevamente tuvo otro grave accidente en el taller de los Federicos, fue al soldar un bidón, que pensaban que era de aceite y era de gasolina. La explosión le llenó de esquirlas de óxido y metal. Lo llevaron a Córdoba curándole las de los ojos, pero fue su madre quien poquito a poco y con unas pinzas de depilar le quitó todas las esquirlas. Tuvo que estar liado en una sabana un mes o más. No podía vestirse.
Ha sido un trabajador incansable. Padre de familia muy luchador pese a las adversidades de la vida, siempre al frente y ayudando a toda su familia. Buen padre, buen abuelo y también la vida le ha dado oportunidad de ser bisabuelo.
Disfruta también de su charla diaria en “El Parlamento” como él llama a reunirse con sus amigos en el parque o ir a comer al pantano con su nieta , disfrutar de las vistas comiendo unas sardinitas. Y como en toda su vida, siempre muy arreglado.
Con la ayuda del teléfono le gusta estar informado de su familia, está pendiente de todos y sigue muy pendiente de sus hermanas, a las que llama con mucha frecuencia .