martes. 16.04.2024

El 11 de marzo de 2011 un terremoto de gran magnitud y el violento tsunami posterior que embistió la costa este de Japón, provocaron daños en la central nuclear de Fukushima que dejaron al descubierto, una vez más, el enorme riesgo e inseguridad de este tipo de energía.  Esta central era una de las mayores del mundo y presumía de disponer de avanzados sistemas de seguridad. Sin embargo, todos los sistemas fallaron, los reactores alcanzaron temperaturas elevadísimas y se produjo el mayor accidente nuclear de la historia, tras el de Chernóbyl en 1986.

Diez años después del accidente, casi 50.000 personas se mantienen evacuadas lejos de sus poblaciones, en alojamientos temporales. Una amplia extensión de territorio circundante continúa completamente devastada y se calcula que los trabajos de recuperación de la zona se extenderán más allá del año 2050.

Los efectos de la radiactividad se han manifestado en un significativo incremento de cánceres entre la población y una elevada contaminación ambiental de las aguas y alimentos. Por añadidura, el núcleo de los reactores sigue incandescente diez años después y la cantidad de agua utilizada para enfriarlos ha superado ya los 1,24 millones de toneladas. Esta agua tiene una elevada contaminación radiactiva y apenas hay capacidad ya para mantenerla almacenada, por lo que el gobierno japonés amenaza con verterla al Océano Pacífico, con los gravísimos efectos que ello tendría sobre la vida y la salud de todas las poblaciones circundantes y, en general, sobre todas las formas de vida en el océano. 

Este accidente vino a mostrar de nuevo que la energía nuclear no es limpia, ni segura ni barata, ni sostenible, como quieren hacernos creer las grandes corporaciones eléctricas que tantos beneficios obtienen de ella poniendo en riesgo la salud, la seguridad y la vida de las personas y el medio ambiente. Por eso, seguimos exigiendo el cierre de todas las centrales nucleares en el estado español, pues cuantos más años sigan abiertas, más prolongaremos el riesgo y aumentaremos la producción de residuos nucleares.

Igualmente pedimos que el gobierno español cancele los planes de ampliación del cementerio nuclear de El Cabril y fije un plazo para su cierre definitivo, abordando seriamente un plan de almacenamiento seguro de los residuos nucleares de media y alta actividad.

Por ello, desde la Asamblea Antinuclear de Córdoba hacemos un llamamiento a la ciudadanía cordobesa para concentrarnos el próximo jueves 11 de marzo a las 18 horas en la zona conocida como Jardines del Rocío, frente al Centro de Arte Contemporáneo, en el Parque de Miraflores de Córdoba. Con la colaboración del Área de Infraestructuras del Ayuntamiento de Córdoba, que la Asamblea agradece, plantaremos un nuevo ginkgo -árbol de los cuarenta escudos o nogal del Japón- para continuar formando “El Bosque de Fukushima”, que cuenta ya con nueve árboles, uno por cada año transcurrido desde el accidente. Las personas participantes deberán portar mascarilla, mantener las distancias de seguridad y respetar el resto de normas preventivas establecidas por las autoridades sanitarias frente a la COVID-19.

Un año más alzaremos nuestra voz para exigir la no ampliación del cabril y su cierre y que accidentes nucleares como el de Fukushima nunca vuelvan a ocurrir en ningún lugar del mundo.

La Asamblea Antinuclear de Córdoba celebrará una concentración por el 10º aniversario...