viernes. 29.03.2024

A pesar de todo lo que oímos sobre las abejas hoy en día, es difícil creer que ellas y sus colmenas sean capaces de sobrevivir a una erupción volcánica.

Sin embargo, los rescatistas que descubrieron colmenas bajo la ceniza de las erupciones de septiembre en La Palma (Islas Canarias) recuperaron no una, ni dos, sino cinco colmenas y todos sus zumbidos tras desenterrarlas 50 días después de haber sido enterradas.

Sorprendentemente, las abejas habían sobrevivido creando propóleos, un material resinoso que utilizaron para sellar los agujeros de su colmena, protegiéndolas de la asfixiante ceniza.

A salvo en su interior, se mantuvieron comiendo sus reservas de miel de invierno, que los apicultores, convenientemente para ellas, no habían recogido.

Durante la primavera, cada una de las colmenas podía albergar entre 30.000 y 40.000 abejas individuales, prestando un enorme servicio de polinización en las islas.

Según el Calgary Herald, algunos de los rescatadores sufrieron alguna que otra picadura, pero por supuesto no se lo echaron en cara a las abejas.

Una de las seis colmenas enterradas no sobrevivió, lo que los científicos sospechan que estuvo determinado por la proximidad de la colmena al volcán: cuanto más cerca estaba la colmena, menos dañina era la ceniza que caía.

El propóleo es un conocido antibiótico que las abejas utilizan para desinfectar regularmente la colmena, especialmente después de la visita de un oso, un mono u otro animal cuyo pelaje puede contener parásitos.

Los seres humanos han consumido propóleo durante milenios, y aún hoy se vende como remedio natural para el resfriado y como suplemento de apoyo inmunológico.

Miles de abejas sobreviven a la ceniza volcánica tras más de 50 días sepultadas