Jesús escuchó los gritos desesperados de su vecina Paqui y no se lo pensó dos veces: saltó la valla de la casa, entró en ella y se encontró el terrible escenario. El marido de la mujer había incendiado una habitación y había encerrado a su esposa dentro.
“Estaba todo lleno de humo, no se veía nada”, explica, relatando que había escuchado a su vecina gritar “socorro, auxilio, que me quemo, ayudadme”. “Una vez que subí las escaleras estaba el hombre aguantando la puerta. Su reacción fue quedarse con la puerta. Yo lo aparté, abrí la puerta y llamé a la mujer”, explica Jesús.
Jesús pidió a su vecino que dejase salir a la mujer y, ante su negativa, intentó entrar en el domicilio. El marido estaba bloqueando la puerta para que no saliera su mujer ni entrase su vecino. Jesús lo apartó de un empujón y sacó a su vecina, que tenía el pelo y la ropa quemados. Las quemaduras y la intoxicación por inhalación de humo no revisten gravedad.
Fue así, gracias a su actuación, como ella pudo escapar de una muerte segura. “No podía ni respirar apenas. Estaba toda chamuscada, con el chaleco casi ardiendo, los pelos casi ardiendo también…”, relata.