viernes. 29.03.2024

CBN. La primera vez que el misionero español Kike Figaredo pisó el campo de refugiados camboyanos en Tailandia, a finales de 1985, sintió que había encontrado su lugar en el mundo.  A través de un camino polvoriento de gravilla roja se abrió ante él una ciudad de cabañas de bambú y hojas de palma. En el denominado Site 2 se cruzó con madres haciendo largas colas para recoger comida, niños harapientos jugando en el barro y decenas de mutilados por las minas antipersona. "Era un lugar de mucho dolor, pero precioso. La humanidad siempre se impone a la guerra", comenta el jesuita asturiano (Somió, 21 de septiembre de 1959), que más de 30 años después aún recuerda las palabras que le dijo uno de aquellos discapacitados: "Ya te iremos diciendo lo que necesitas". Al principio, su aspecto intimidante lo descolocó. "Pero enseguida sentí mucha paz".

En 1992, tras 20 años de guerra, Camboya recuperó la paz y los refugiados empezaron a regresar a un país habitado por una sociedad rota por el régimen genocida de Pol Pot (1975-1979) que acabó con la vida de dos millones de personas. El proceso de reconstrucción fue impulsado por organizaciones y personas desinteresadas, entre las que Kike Figaredo tuvo un papel relevante.

Hijo de una acomodada familia asturiana, empresarios de la minería, la electroquímica y la banca, Kike, el séptimo de ocho hermanos, tuvo clara su vocación mientras estudiaba Economía. Para disgusto de sus padres, decidió colgar la carrera para apuntarse al Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) que promovía Pedro Arrupe, último superior y renovador de la orden. "Vi claramente que mi vida era para Dios y no para ser banquero o empresario", asegura. En 1993, tras completar sus estudios de Teología en España, regresó a Camboya para quedarse.

Los jesuitas habían organizado talleres de formación y él se encargó de llevar sillas de ruedas a los rincones más pobres del país. Hoy se fabrican unas 1.200 sillas Mekong al año (de madera, con tres ruedas y llantas de bicicleta) que han mejorado la vida de unas 40.000 personas. Conocido como "el obispo de las sillas de ruedas", en 2000 fue nombrado prefecto de la diócesis de Battambang, región integrada por ocho provincias del noroeste del país con una extensión similar a Portugal y seis millones de habitantes. "Prefecto es como un obispo de segunda", aclara el fundador del Centro Arrupe, financiado por organizaciones como Sauce.

Hace unos días, el misionero Kike Figaredo, SJ ha visitado Madrid junto a un grupo de niños camboyanos, Toi, Wanari, Pailou, Shameth y Sokmalí, todos ellos víctimas de la guerra, de la pobreza o de la injusticia extrema, para presentar el documental «Misión en Battambang. Tras los pasos de Kike Figaredo», una película que relata la historia de estos cinco niños.

Figaredo y los niños aprovecharon su paso por la capital para visitar Comillas y el rector de la universidad, Julio L. Martínez, SJ, les recibió y estuvo con ellos. Alguno de los niños continuaba su viaje, concretamente a Asturias, donde iba a ser operado de uno de sus ojos, para intentar recuperar algo de vista. Hace unos años una mina le hizo perder un ojo y le dañó gravemente el otro; ahora tratan de mejorar un poco su capacidad visual con la ayuda de oftalmólogos amigos.

El documental, que se ha estrenado en Madrid, tiene por objetivo dar a conocer la obra de Figaredo. «Nos ocupamos de la educación básica, pero nos gustaría hacer formación en liderazgo, mejorar la seguridad alimentaria de la gente y poner en marcha proyectos que generen recursos económicos para volver a invertir en la gente», ha explicado el misionero. También agradeció a la Universidad Pontificia Comillas el apoyo que siempre les presta y por los voluntarios que continuamente van a Camboya para acompañarles y colaborar en los centros de formación que tienen.

El misionero español Kike Figaredo, toda una vida ayudando a los niños mutilados por...