jueves. 28.03.2024

Pablo González es un sacerdote español al que todos le conocen en la comunidad de inmigrantes en el sur del distrito neoyorquino de El Bronx, una de las zonas más pobres de Estados Unidos. Hace nueve años llegó desde España para llevar consuelo al espíritu y, ahora, lleva también alimentos. La pandemia del coronavirus ha desbordado las necesidades de las familias de su parroquia, que ya eran grandes.

Mexicanos, dominicanos, puertorriqueños, salvadoreños o argentinos acuden a su humilde iglesia Santa Rita de Ciscia en el corazón del sur de El Bronx. Inmigrantes de escasos recursos económicos que han perdido sus empleos debido a la pandemia, muchos con niños pequeños, sin nada para comer han acudido a pedir su ayuda.

Las llamadas no paran de sonar en su móvil para pedir alimentos, pero también oraciones, consuelo para el espíritu o ayuda para pagar el alquiler, algo, dice con pena, con lo que no puede ayudar porque el dinero es para los alimentos de quienes los han solicitado.

Pañales para niños, leche, alimentos perecederos o cebollas están sobre la mesa del comedor de la escuela de la parroquia convertido ahora en centro de distribución durante la emergencia. En los congeladores hay carnes, frutas y vegetales y otros alimentos que han sido donados a la Iglesia por empresas, parroquianos y Caridades Católicas.

Pero, advierte González, no es suficiente para abastecer las necesidades de sus parroquianos por lo que ha pedido ayuda a amigos en Nueva York, en España, a su familia, quienes han donado dinero con el que compra también alimentos y da la bienvenida a todos los que quieran aportar.

El sacerdote se mueve de un lado a otro sin parar y en sus manos sostiene una lista con los nombres de quienes recibirán los alimentos, mientras los voluntarios preparan las bolsas con alimentos.

Momentos antes había celebrado la misa en solitario, como exigen las reglas para evitar la propagación del virus, que luego estará disponible en YouTube, tras lo cual abrió las puertas de su iglesia para recibir a dos de sus ayudantes para la Exposición del Santísimo.

La Iglesia, como muchas otras en el estado más afectado por la pandemia, está en penumbras y vacía. Sólo una tenue luz sobre el altar adornado con rosas blancas, rosadas y moradas, y en las paredes cuelga una fotografía de la madre Teresa de Calcuta, que a pocos pasos de allí estableció un monasterio de monjas misioneras, así como una imagen de la Virgen de la Guadalupe, patrona de México.

Un cura español da comida y alivia a los vecinos de una zona de marginación del Bronx...