sábado. 05.10.2024

Cuando Lucía Benito vio las 17 llamadas perdidas del colegio de sus tres hijos (el Decroly, en Madrid), pensó, inevitablemente, que le iban a "dar la peor noticia" de su vida, como confiesa en una entrevista concedida a Tu Otro Diario. Por teléfono, no le querían explicar bien qué había ocurrido ni de cuál de los tres niños se trataba, solo le decían que fuera al centro escolar. Condujo "a toda velocidad, atacada" y llamó a su marido para avisarle. Ambos llegaron "escopetados", prácticamente a la vez. Les estaba esperando una psicóloga del Samur para darles la noticia: a su hijo Alejandro, de 9 años, se le había parado el corazón y lo habían trasladado a un hospital.

"Fue un susto horrible", relata. El niño estaba jugando al baloncesto cuando se desplomó y cayó al suelo. Había entrado en parada cardíaca. Charly, uno de los entrenadores del colegio, vio cómo se desmayaba, acudió a socorrerlo rápidamente. Comprobó que no tenía pulso y, de inmediato, le aplicó la maniobra de reanimación. Después llegaron los compañeros de Charly, Sergio y Carlos. Este último nos cuenta que Alex "tenía los ojos absolutamente en blanco" y que no respondía ni al dolor.

Todo ocurrió de manera casi automática, sin detenerse ni un instante. Los tres tienen conocimientos de primeros auxilios y se fueron turnando con la reanimación y, después, con el desfibrilador. Charly llamó al Samur, que les iba pautando lo que tenían que hacer, aunque fue Carlos, con estudios de Medicina, quien lo valoró y dio las primeras indicaciones. "Le debo la vida", dice Lucía. "A él y a los otros" entrenadores.

Como después confirmarían los médicos, la rápida reacción de Charly, de Sergio y de Carlos durante esos primeros minutos clave salvó a Alejandro. Para ellos también fue un momento difícil, pues era la primera vez que se enfrentaban a una situación similar. Carlos relata que, cuando llegó, vio a Sergio "en estado de shock", con las pupilas completamente dilatadas y muy nervioso, a pesar de ser una persona muy tranquila en su día a día. Él, por su parte, reconoce que "entró en pánico" una vez pasado el susto inicial.

Tan solo tres minutos más tarde, llegó el Samur y continuaron con la reanimación hasta que lograron estabilizarlo, tras lo cual lo trasladaron a la UVI del Gregorio Marañón. Allí lo indujeron al coma y averiguaron la dolencia que le había provocado el paro cardíaco.

"Nosotros llegamos al hospital 10 minutos después que él y ya nos recibió el cardiólogo diciéndonos lo que tenía", explica Lucía. "Una eficacia impresionante", comenta. Gracias a una simple ecografía al corazón detectaron que Alejandro padece una hipertrofia del ventrílocuo izquierdo, "que se soluciona con una pastilla y un desfibrilador" automático que le han implantado en el pecho.

Aun tenían que pasar las 48 horas clave y ver cómo iba evolucionando el niño, pero ya las noticias eran mucho más tranquilizadoras. "Ahora hay que focalizarse en el cerebro", es decir, comprobar si había sufrido o no daños neurológicos. Por suerte, no fue así y Alejandro, tres meses después, se encuentra muy bien.

"Siempre he sido optimista y, desde el principio, sabía que todo iba a salir bien. Mi marido lo llevaba peor". Aun así, una vez pasado el gran susto, confiesa que le parece una pesadilla: "Digo, '¿pero realmente le ha pasado eso?' Es como cuando se te muere alguien, que tardas en asimilarlo".

Alejandro tuvo suerte porque quienes le socorrieron en un primer momento sabían lo que tenían que hacer y, además, el colegio disponía de un desfibrilador. Es obligatorio, en la Comunidad de Madrid, que los centros educativos lo tengan, pero también hay que saber usarlo. Por eso, Lucía reclama formación en primeros auxilios de una manera más generalizada y la proporción de los medios adecuados.

No solo es importante que haya desfibriladores en centros de trabajo y lugares públicos, sino también medidas de prevención de problemas similares al de Alejandro. Como denuncia su madre, "con una simple ecografía de corazón en una revisión infantil", hubieran detectado una patología mucho más común de lo que parece y se hubiera evitado la parada cardíaca.

Por otro lado, recalca que "tenemos muy buenos profesionales" e incide en que "tanto en el colegio, como en la ambulancia, como en el hospital lo han hecho de diez". Gracias a ellos, Alejandro hoy vuelve a llevar una vida prácticamente normal; no podrá hacer deporte hasta dentro de unos meses (y de manera moderada), lo que le ha entristecido un poco, pero ya ha vuelto a clase, juega de nuevo con sus amigos y, lo más importante, sin el más mínimo daño neurológico.

"Ahora, a mirarnos toda la familia porque este tipo de cosas son congénitas y, teniendo otros dos niños y haciendo deporte, cualquiera se la juega".

Alejandro, el niño al que se le paró el corazón y se salvó gracias a la rápida reacción...